Para
conquistar la montaña,
habría que
ser amigo del agua.
Para posar
las manos sobre la hierba,
antes hay
que caminar sobre las primeras huellas.
Para
escuchar la quena,
se debe
compartir el silencio de la floresta.
Para
descubrir el amor,
hacía falta
respirar en Vichoy.
Húmeda la
tierra, tiene olor a granadilla este poema.
Las manos de
mi abuela aún me peinan,
y las manos
de mi bisabuela aún siembran.
Nuestras
semillas son eternas,
cada uno
viaja con ellas.
Así lo enseñaron
los ancestros,
y aquí nunca
la comida faltó.
Por eso a
Monsanto dijimos No.
Nos enfrentamos
a nosotros mismos con el remedio,
lloramos y
reímos al perder el miedo.
Luego vino
el arte y la paz,
el taita
Domingo pinta la vida y alivia con su aliento,
al amanecer
el inga le canta al universo.
No hay
conflicto con la muerte,
preparados
estamos,
la chagra
está sembrada
y la chicha
fermentada.
Los sueños
crecieron con el maíz,
se aliaron
con los animales
y echaron
raíces con los árboles,
un ave
gigante los arrastró hacia el centro del valle,
fueron
arcoíris y serpiente,
truenos en
septiembre,
lluvia y río
que crece,
bosque que
florece.
Beso que
envuelve,
magia y
misterio,
viento en el
tiempo.
No hay
conflicto con la muerte,
preparados
estamos,
la vida está
sembrada
y la chicha
fermentada.
De nuestro
pecho, lo nuevo.
De nuestra
sangre, la savia,
de nuestros
huesos, las flautas.
De nuestras
palabras el recuerdo,
y de nuestra
lucha, el ejemplo.