Como
un fantasma recogí los pasos que anduve con tu alma. No fue difícil hacerlo, se
encendían como luciérnagas en el camino.
Confieso
que he pensado seriamente en irlos apagando, uno a uno, humedeciendo mis dedos
con saliva, pues no vaya a ser que, una vez instalado en mi nuevo destino, se
les ocurra volver corriendo hasta tu casa.
Más
por esta noche los dejaré que recorran mi habitación a oscuras, para que pisen
los libros, trepen por las paredes, se sitúen en mi pequeño cielorraso y, desde
allí, comiencen a desprenderse como estrellas fugaces, mientras yo observo,
tendido en la cama, cómo mi vida se va iluminando con tu recuerdo.
Del libro Samai de Pedro Ortiz
P.H.: Lincoln Harrison |