miércoles, 21 de diciembre de 2016

Biografía


Pedro Hernán Ortiz Narváez Es un poeta originario del Valle de Sibundoy, Putumayo, Colombia. Cursó estudios en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Nariño. Es fundador del Festival de Literatura de Putumayo.

Ha sido invitado al 27 Festival Internacional de Poesía de Medellín, al Recital Internacional de Poesía desde el Sur y al II Encuentro Internacional de Escritores Facatativá 2013. En marzo de 2015 recorrió varias ciudades del país presentado su libro “Samai”.

Como promotor de lectura y escritura ha trabajado con los niños y niñas de la zona rural de su departamento, produciendo una cartilla de cuentos titulada Vientos de Paz y un Cd que recopila éstas historias narradas en la voz de sus autores y ambientadas con música de la región.

El 30 de noviembre de 2016 fue reconocido por la Revista Correo del Sur como el poeta más destacado del Sur-occidente colombiano.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Poema de vida



Pasar de un día tormentoso,
a una noche despejada;
pasar de tener muchas penas,
a tener muchas estrellas.
Pasar de estar solo,
a sentirse parte de la tierra,
a sentirse parte de la existencia.
Pasar de ver dos aviones fugaces,
a ver una estrellas fugaz.
Pasar de estar quieto, a querer volar.
Pasar de estar callado,
a levantar la voz,
para desear que el hombre,
no sea un animal que depreda:
sino un ser que construya,
con su vida, un poema.

viernes, 14 de octubre de 2016

LUCIÉRNAGAS

Hoy no sonaron las flautas.
Al tambor le creció una flor en la barriga.
El maíz se quedó en la ceniza.
¿Quién hará el mote?
¿Quién hará la chicha?
¿Quién le robó a la niña la sonrisa?

Dicen que el campo era una dicha;
hacer estallar las semillas,
ceder el paso a las hormigas,
compartir la comida, la lluvia, la minga.
¿En qué manos la tierra,
y en dónde están los que se enamoraron de ella?

¿Estarán, tal vez, meciendo a Dios en sus espaldas?,
¿o cambiado sus flechas por alas?,
¿o llenando sus pulmones del aliento universal
que sanará al pueblo de su mal?
¿Volverán envueltos en una tormenta?,
como en aquella vieja leyenda.
¿Vendrán pronto a iluminar lo que dejaron?
Como luciérnagas que se anuncian en la noche inmensa.
Llenos de fuerza y pureza,
como una luna nueva.
Como el nacimiento del río Putumayo.
Como un cielo claro
herido por el vuelo de un guacamayo.

Los instrumentos siguen donde quedaron,
pero la ausencia no ha sido en vano:
las hormigas y los pueblos se han organizado.
Y el sabio camëntsá ha enseñado:
que seguir las estrellas, es nunca olvidarlos



Fotografía: Las rutas del yagé.

jueves, 13 de octubre de 2016

Entrevista Canal Trece Pedro Ortiz




 El arte poético se lo debo al hecho de respirar en Sibundoy, al hecho de sentir el sol en estas montañas, de recorrer sus caminos y compartir con su gente.








sábado, 24 de septiembre de 2016

Paisaje de septiembre

A Sandra y Jaime

Aquella ave, sus lágrimas, su historia de volcanes,
sus palabras, sus deseos de sanarse.

Lo noche de septiembre, el árbol que arde.
El poeta expectante y el músico errante.

Los cantos rituales, las hojas en el aire.
El remedio en los mates, el corazón que late.

Los buenos deseos, la limpieza de los sueños.
Un poco de mareo, el calor de los cuerpos.

La paz en el alma, la fuerza en las alas.
La mirada del que ama, el sonido de una flauta.

La alborada, los perros que ladran.
El desayuno en la montaña y la alegría en la cara.

El retorno al cielo, al verbo, al charango.
Y las gracias a la tierra: por salvarnos.



jueves, 4 de agosto de 2016

Tiempos Modernos

Para conquistar la montaña,
habría que ser amigo del agua.
Para posar las manos sobre la hierba,
antes hay que caminar sobre las primeras huellas.
Para escuchar la quena,
se debe compartir el silencio de la floresta.
Para descubrir el amor,
hacía falta respirar en Vichoy.

Húmeda la tierra, tiene olor a granadilla este poema.
Las manos de mi abuela aún me peinan,
y las manos de mi bisabuela aún siembran.

Nuestras semillas son eternas,
cada uno viaja con ellas.
Así lo enseñaron los ancestros,
y aquí nunca la comida faltó.
Por eso a Monsanto dijimos No.

Nos enfrentamos a nosotros mismos con el remedio,
lloramos y reímos al perder el miedo.
Luego vino el arte y la paz,
el taita Domingo pinta la vida y alivia con su aliento,
al amanecer el inga le canta al universo.

No hay conflicto con la muerte,
preparados estamos,
la chagra está sembrada
y la chicha fermentada.

Los sueños crecieron con el maíz,
se aliaron con los animales
y echaron raíces con los árboles,
un ave gigante los arrastró hacia el centro del valle,
fueron arcoíris y serpiente,
truenos en septiembre,
lluvia y río que crece,
bosque que florece.
Beso que envuelve,
magia y misterio,
viento en el tiempo.

No hay conflicto con la muerte,
preparados estamos,
la vida está sembrada
y la chicha fermentada.

De nuestro pecho, lo nuevo.
De nuestra sangre, la savia,
de nuestros huesos, las flautas.
De nuestras palabras el recuerdo,
y de nuestra lucha, el ejemplo.


viernes, 24 de junio de 2016

Desde el lugar del trueno

Y me sentía solo sin las montañas,
solo sin el agua y las piedras sagradas.
Solo sin el viento y sus lenguajes,
solo sin canciones y rituales.

Solo,
caminando lejos del campo
 o en la cima de un árbol de cemento
mirando hacia el pueblo que atardece en mi recuerdo.

Solo,
sin la luz de aquellas pupilas incrédulas;
la noche en que vimos a los colibríes plateados
perseguir las estrellas.

Solo,
antes de que ella
—que en su mochila guarda semillas de esperanza—
apareciera, desde un rinconcito del Putumayo,
para tejer su historia con la mía,
antes de sentirla y de creer en la poesía,
solo, así me sentía.

lunes, 20 de junio de 2016

Oración al río en tiempos de lluvia


Señor río, dios río, guíanos,
enséñanos el camino;
calma tus aguas turbias,
no permitas que nos arrastre el remolino.

Cura con tu espuma nuestras heridas,
haz que la claridad retorne a nuestra vista
y purifica nuestro espíritu con la brisa,
para que logremos alcanzar el mensaje,
que en tu lecho guardan las piedras antiguas.

Señor río, dios río, al final te pido,
que cuando estemos listos,
nos conduzcan tus manos hasta la orilla,
para que al arrullo de tus infinitos cantos
logremos soñar en paz, mecidos por tus aguas
que siempre nos han de amar.
Gracias, señor río, dios río.
Amén.


viernes, 10 de junio de 2016

Pensar bonito



 Compartir las frutas de diciembre,
 hallarles contigo un sabor diferente.
Caminar hasta perderse, a propósito, en el verde.
Tenderse en la hierba, sin dejarle lugar a la tristeza.
Escuchar el río, que pasa por la vereda,
 y sentir que nos lleva, a donde canta la tierra.
 Contemplar la luna, confiar mis semillas a tus sueños;
 y pensar bonito, como enseñaron los antiguos,
para ver al amanecer, cómo la vida
entre tus dedos, tiende a florecer.

sábado, 28 de mayo de 2016

En lengua propia

Cae la lluvia sobre la ciudad;
la noche acontece así, siempre igual:
Carros, luces que encandilan los ojos,
estudiantes que corren de un lado a otro.
El hombre que anda por los restaurantes,
realizando un monólogo de sus desdichas,
y al final extiende la mano
por un plato de comida para él y su familia.
El perro que duerme en el andén,
esperando que algún vecino se apiade de él.
Las noticias en el televisor de la tienda,
que la gente mira y por costumbre comenta:
“Aquí siempre es la misma mierda... nunca pasa nada”.

Después... las calles solitarias,
las sombrillas averiadas,
las colillas arrastradas por el agua.
Las luces que se apagan,
la silueta de un gato en la pared,
la llave que por suerte hoy no olvidé;
y la habitación en donde acaba,
cada noche mi jornada.

Pero hoy, para alegría mía,
no concluyó aquí mi día.
Pues al cerrar la puerta,
escuché cómo descendía tu voz por la cordillera.
Tu voz cálida, tu voz risueña,
que me decía en lengua propia:
“No te preocupes, venceremos la distancia,
falta poco para estar juntos en casa”.

Fueron suficientes tus palabras
para sentirte otra vez cercana,
para querer dar otra batalla,
para confirmar que eres la mujer que esperaba,
y para agradecerte por estar aquí,
y hacerme tan feliz, mi niña amada.


Memoria inga y camëntsá



Es noche de luna en tus ojos;
atrás dejamos la casa,
y aún el calor de la hoguera
nos calienta los huesos.

Traes las manos repletas de semillas;
mis manos  son  de tierra
desde mi última caída.

Sobrevendrá la lluvia, no hay duda.
Todas las criaturas abandonan el camino
y se refugian en el misterio de su nido.

Mientras nosotros nos valemos del silencio cómplice
para dirigir las manos al cielo,
para mirarnos a los ojos sin sentir miedo,
para esperar que caiga el agua, con sabor a beso,
y fecunde al fin nuestro amor secreto.
Seremos así, al salir el Sol,
el bosque en la mirada del abuelo;
seremos la vida
que llevan en la sonrisa
los niños de nuestra Amerindia;
dispondremos de la medicina natural
para sanar el espíritu guerrero de nuestro pueblo ancestral.

Y de esta forma
—ya unidos,
 ya semillas, ya canción,
ya ritual, ya carnaval —
nuestro amor,
en el tiempo y en la memoria inga y camëntsá,
por muchas lunas          

                                 perdurará.