sábado, 20 de julio de 2019

Quédate


Traigo en mi mano
un valle encantado,
deja que tu mirada lo recorra,
que tu luz alimente la hojas,
que el viento lleve tu aroma,
que las moras posean el sabor de tu boca.
Acércate a mi hogar,
quítate la música,
cierra los ojos,
que se haga la noche más dulce.
Quédate, crea el día más tierno,
dale vida a mis inventos,
fe a lo que escribo,
un beso al olvido.

domingo, 13 de mayo de 2018

Madre

Enciende una velita por mi vida,
que yo desde mi orilla haré lo propio.
Y construiré encendidos versos de alegría,
con la única intención de iluminar tus días

viernes, 11 de mayo de 2018

Viento y luz



Ahora que a la música andina la ha reemplazado la bulla,
que la ciudad aúlla y la vía es un caos.
Que no hay espacio ni tiempo para danzar.
Ahora, deberías cerrar los ojos he irte a dónde quieres estar.

Bien lejos, donde el río puedas escuchar.
Al lugar donde tu vestido se confunda con el verde,
y tu espíritu nuevamente de paz se llene.

Más allá de la tristeza habitual,
de las lágrimas por todo y por nada.
Cerca de la alta cascada y de las piedras que hablan.
De la chagra de la infancia,
y del viento que sana.

Inténtalo, puedes hacerlo.
Puedes ver cómo ven tus abuelos,
puedes florecer  a la par de sus huertos.
Abrigar tus sueños en su fuego,
y elegir el final perfecto
para un cuento.

Un cuento de esos que hablan de guerreras,
que vuelven del pasado a proteger la Tierra.
Un cuento a punto de apagarse,
que por tu aliento vivirá.

Quién pudiera guiarte,
enseñarte con arte el camino.
Y guardar en un libro tu sonrisa,
cuando tus pies reconozcan el camino que pisan.

Ahora que a la música andina la ha reemplazado la bulla,
que la ciudad aúlla y la vía es un caos.
Que no hay espacio ni tiempo para danzar.
Ahora, deberías cerrar los ojos he irte a dónde quieres estar.

Tal vez en este viaje puedas encontrarte contigo.
Con la niña a la que protegían los lobos,
con la canción de amor que tu padre cantaba.
Con toda la comunidad celebrando tu danza.

No es más, solo hay que cerrar los ojos y volar.
Ser viento y luz en la inmensidad.
Dejarse ir, en el buen fluir,
y disfrutar la experiencia de vivir.  

Un momento para ti,
para pensar bonito y ser feliz.
Para sentir las semillas,
y caminar sobre las huellas antiguas.

Tal vez allá lejos, allá en la montaña,
donde el maestro Uña Ramos encontró su eco,
logres encontrarte, encontrarme.
Abrir los ojos, y al fin quedarte.

sábado, 5 de mayo de 2018

Silencio de duendes





Habitas la montaña,
el silencio de duendes y otros seres te delata.
Supongo que ahora bailas,
por la luz que despide la cascada.
Un misterio que no me preocupa es cómo llegaste,
lo importante es adivinar tu aroma en el aire.
Gozar la fuerza creativa que despertaste.
Contemplarte el tiempo necesario,
para no olvidarte en ningún tiempo ni espacio.
Y no molestarte, “para que duermas y no te vayas”,
como enseña el trovador errante.
Pero sí dejarte una palabra, como presente,
cerca a tu cama.
Una palabra encendida,
que sea fuegos de artificio cuando la digas,
y que puede ser nina, en inga.
O shinyak, en camentsá.
La condición es que te haga sonreír.
Luego retornar al humo, y a lo profundo de la montaña.
Al mundo, y a la nada.




21 de octubre de 2015
Puerto Guzmán

miércoles, 18 de abril de 2018

Tarde ecuatoriana




Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
al primer cuaderno de dibujos y versos,
en el que guardamos el sol
para los días de lluvia y llanto,
días grises sin danza y canto.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
cuando en Quinchuqui sonreían los abuelos,
y unas manos trenzaban nuestro cabello,
para correr libres por el sendero,
donde abandonamos el juego,
y tomamos el beso.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
hasta una tarde ecuatoriana,
en la que el taita Alfonso tocaba la guitarra,
y nosotros conocíamos la magia.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
a las semillas nativas que mamita Mónica
a nuestro favor sembró.
A su alegría perenne,
a su amor en flor.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
a un territorio de piedras y cascadas,
donde celebramos la vida
y la esperanza.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
al primer cuaderno de dibujos y versos,
en el que guardamos el sol
para los días de lluvia y llanto,
días grises como hoy,
sin danza y canto.

martes, 13 de marzo de 2018

Taita


Quién sino él
me regalaría un sombrero,
del cual podía extraer un conejo
un sol, una canción.

Quién sino él
me salvaría con loina,
cuando era un niño perdido
que coleccionaba abismos.

Quién sino él
me presentaría otros cielos,
con tan solo la esencia
de una hoja de selva.

Quién sino él
me llevaría por la tierra,
hasta llegar a la poesía.
Impulsándome a vivir,
dándome motivos para escribir.

Quién sino él
me enseñaría un día a desaparecer,
cubriéndome con un sayo,
amparándome de la tormenta,
conjurando un rayo.

A quién sino a él
le debo el volver
siempre al verso,
a la magia, al juego.
A quién sino a él,
le dedico este recuerdo.

viernes, 9 de marzo de 2018

Carta a una lechuza



Nace la luna como una fruta blanca del centro de los árboles
y la lluvia camina despacio, con pasos de gato,
por las faldas del galeras, en dirección a Pasto.

Yo veo a la luna crecer y morir cada noche en mi ventana.
Y usted no está, señora lechuza, para que en sigiloso vuelo
cace las penas que corren libres por mi pieza.

Mis sueños no se acostumbran al silencio,
y por eso la buscan en el ulular del viento.

En esta época de mal tiempo, me preocupa su salud y su vuelo.
Y más cuando sé que no lleva la bufanda que tejió en Sibundoy
nuestra amiga Auka, la hechicera de la montaña.

Temo también que pueda un relámpago arrebatarle la luz a sus ojos,
y que el brillo de su mirada no vulva a iluminar mi cara.

Que una ráfaga de río azul descomponga su brújula,
y haga que su vida vaya en dirección contraria a mi alma.

Por eso, apago las luces y abro las ventanas,
quemo la última alternativa que tengo para ver de nuevo sus alas.
Y sin más percusión que los tambores de mi corazón,
inicio una danza maya alrededor del fuego,
para que mis latidos se esparzan por el cielo
y puedan sus oídos escuchar mis sentimientos.

La hechicera —que viajó al centro de la Tierra
me dijo que esta forma de comunicación nunca falla.
Y que puede usted —si de casualidad se encuentra cerca
pasar a verla.
Que le brindará descanso, durante el día, en sus propios brazos.
Y que al llegar la noche le ayudará a encontrar el viento perfecto
para aligerar sus vuelo.

Señora lechuza, tome ese viento,
vuelva pronto, en el Valle de Atriz,
junto al fuego, yo la espero.