Ahora que a la música andina la ha
reemplazado la bulla,
que la ciudad aúlla y la vía es un caos.
Que no hay espacio ni tiempo para danzar.
Ahora, deberías cerrar los ojos he irte a dónde
quieres estar.
Bien lejos, donde el río puedas
escuchar.
Al lugar donde tu vestido se confunda con el verde,
y tu espíritu nuevamente de paz se llene.
Más allá de la tristeza habitual,
de las lágrimas por todo y por nada.
Cerca de la alta cascada y de las piedras que hablan.
De la chagra de la infancia,
y del viento que sana.
Inténtalo, puedes hacerlo.
Puedes ver cómo ven tus abuelos,
puedes florecer a la par de sus huertos.
Abrigar tus sueños en su fuego,
y elegir el final perfecto
para un cuento.
Un cuento de esos que hablan de
guerreras,
que vuelven del pasado a proteger la Tierra.
Un cuento a punto de apagarse,
que por tu aliento vivirá.
Quién pudiera guiarte,
enseñarte con arte el camino.
Y guardar en un libro tu sonrisa,
cuando tus pies reconozcan el camino que pisan.
Ahora que a la música andina la ha
reemplazado la bulla,
que la ciudad aúlla y la vía es un caos.
Que no hay espacio ni tiempo para danzar.
Ahora, deberías cerrar los ojos he irte a dónde
quieres estar.
Tal vez en este viaje puedas
encontrarte contigo.
Con la niña a la que protegían los lobos,
con la canción de amor que tu padre cantaba.
Con toda la comunidad celebrando tu danza.
No es más, solo hay que cerrar los
ojos y volar.
Ser viento y luz en la inmensidad.
Dejarse ir, en el buen fluir,
y disfrutar la experiencia de vivir.
Un momento para ti,
para pensar bonito y ser feliz.
Para sentir las semillas,
y caminar sobre las huellas antiguas.
Tal vez allá lejos, allá en la
montaña,
donde el maestro Uña Ramos encontró su eco,
logres encontrarte, encontrarme.
Abrir los ojos, y al fin quedarte.