miércoles, 18 de abril de 2018

Tarde ecuatoriana




Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
al primer cuaderno de dibujos y versos,
en el que guardamos el sol
para los días de lluvia y llanto,
días grises sin danza y canto.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
cuando en Quinchuqui sonreían los abuelos,
y unas manos trenzaban nuestro cabello,
para correr libres por el sendero,
donde abandonamos el juego,
y tomamos el beso.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
hasta una tarde ecuatoriana,
en la que el taita Alfonso tocaba la guitarra,
y nosotros conocíamos la magia.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
a las semillas nativas que mamita Mónica
a nuestro favor sembró.
A su alegría perenne,
a su amor en flor.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
a un territorio de piedras y cascadas,
donde celebramos la vida
y la esperanza.

Sabia nostalgia que nos lleva lejos,
al primer cuaderno de dibujos y versos,
en el que guardamos el sol
para los días de lluvia y llanto,
días grises como hoy,
sin danza y canto.