Enciende una velita por mi vida,
que yo desde mi orilla haré lo propio.
Y construiré encendidos versos de alegría,
con la única intención de iluminar tus días
domingo, 13 de mayo de 2018
viernes, 11 de mayo de 2018
Viento y luz
Ahora que a la música andina la ha
reemplazado la bulla,
que la ciudad aúlla y la vía es un caos.
Que no hay espacio ni tiempo para danzar.
Ahora, deberías cerrar los ojos he irte a dónde
quieres estar.
Bien lejos, donde el río puedas
escuchar.
Al lugar donde tu vestido se confunda con el verde,
y tu espíritu nuevamente de paz se llene.
Más allá de la tristeza habitual,
de las lágrimas por todo y por nada.
Cerca de la alta cascada y de las piedras que hablan.
De la chagra de la infancia,
y del viento que sana.
Inténtalo, puedes hacerlo.
Puedes ver cómo ven tus abuelos,
puedes florecer a la par de sus huertos.
Abrigar tus sueños en su fuego,
y elegir el final perfecto
para un cuento.
Un cuento de esos que hablan de
guerreras,
que vuelven del pasado a proteger la Tierra.
Un cuento a punto de apagarse,
que por tu aliento vivirá.
Quién pudiera guiarte,
enseñarte con arte el camino.
Y guardar en un libro tu sonrisa,
cuando tus pies reconozcan el camino que pisan.
Ahora que a la música andina la ha
reemplazado la bulla,
que la ciudad aúlla y la vía es un caos.
Que no hay espacio ni tiempo para danzar.
Ahora, deberías cerrar los ojos he irte a dónde
quieres estar.
Tal vez en este viaje puedas
encontrarte contigo.
Con la niña a la que protegían los lobos,
con la canción de amor que tu padre cantaba.
Con toda la comunidad celebrando tu danza.
No es más, solo hay que cerrar los
ojos y volar.
Ser viento y luz en la inmensidad.
Dejarse ir, en el buen fluir,
y disfrutar la experiencia de vivir.
Un momento para ti,
para pensar bonito y ser feliz.
Para sentir las semillas,
y caminar sobre las huellas antiguas.
Tal vez allá lejos, allá en la
montaña,
donde el maestro Uña Ramos encontró su eco,
logres encontrarte, encontrarme.
Abrir los ojos, y al fin quedarte.
sábado, 5 de mayo de 2018
Silencio de duendes
Habitas la montaña,
el silencio de duendes y otros seres te delata.
Supongo que ahora bailas,
por la luz que despide la cascada.
Un misterio que no me preocupa es cómo
llegaste,
lo importante es adivinar tu aroma en el aire.
Gozar la fuerza creativa que despertaste.
Contemplarte el tiempo necesario,
para no olvidarte en ningún tiempo ni espacio.
Y no molestarte, “para que duermas y no te
vayas”,
como enseña el trovador errante.
Pero sí dejarte una palabra, como presente,
cerca a tu cama.
Una palabra encendida,
que sea fuegos de artificio cuando la digas,
y que puede ser nina, en inga.
O shinyak,
en camentsá.
La condición es que te haga sonreír.
Luego retornar al humo, y a lo profundo de la montaña.
Al mundo, y a la nada.
21 de octubre de 2015
Puerto Guzmán
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