Es
noche de luna en tus ojos;
atrás
dejamos la casa,
y
aún el calor de la hoguera
nos
calienta los huesos.
Traes
las manos repletas de semillas;
mis
manos son de tierra
desde
mi última caída.
Sobrevendrá
la lluvia, no hay duda.
Todas las
criaturas abandonan el camino
y se
refugian en el misterio de su nido.
Mientras
nosotros nos valemos del silencio cómplice
para
dirigir las manos al cielo,
para
mirarnos a los ojos sin sentir miedo,
para
esperar que caiga el agua, con sabor a beso,
y fecunde
al fin nuestro amor secreto.
Seremos
así, al salir el Sol,
el bosque
en la mirada del abuelo;
seremos
la vida
que
llevan en la sonrisa
los niños
de nuestra Amerindia;
dispondremos
de la medicina natural
para
sanar el espíritu guerrero de nuestro pueblo ancestral.
Y de esta
forma
—ya
unidos,
ya semillas, ya canción,
ya
ritual, ya carnaval —
nuestro
amor,
en el
tiempo y en la memoria inga y camëntsá,
por
muchas lunas
No hay comentarios:
Publicar un comentario