Abre el cielo sus ojos somnolientos,
y la blanca luz de sus pupilas
me arranca vivo del sueño.
Una gota de angustia,
sobreviviente de la noche anterior,
aún tiembla turbia en mi corazón.
Afuera ha comenzado a despertar el canto
en la garganta de los pájaros,
pero no es solo un trinar el que amanece...
Es un poco de paz hecha canción,
tranquilidad después de todo.
Es necesario detenerse a escuchar,
para aprender del canto de las aves
nuestra forma de volar.
Mi padre no tardará en llegar,
debe estar pronto a coronar la montaña;
vendrá con sonrisa iluminada,
y manos tibias de sol,
a sanar la angustia
que tiembla turbia en mi corazón.
Ya las señoras salen a barrer la calle,
y los pájaros abandonan los árboles;
espero que alguien más haya escuchado su mensaje,
para que al igual que yo
-y a pesar de los problemas-,
puedan decir: buenos días,
Madre Tierra.
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