viernes, 9 de marzo de 2018

Carta a una lechuza



Nace la luna como una fruta blanca del centro de los árboles
y la lluvia camina despacio, con pasos de gato,
por las faldas del galeras, en dirección a Pasto.

Yo veo a la luna crecer y morir cada noche en mi ventana.
Y usted no está, señora lechuza, para que en sigiloso vuelo
cace las penas que corren libres por mi pieza.

Mis sueños no se acostumbran al silencio,
y por eso la buscan en el ulular del viento.

En esta época de mal tiempo, me preocupa su salud y su vuelo.
Y más cuando sé que no lleva la bufanda que tejió en Sibundoy
nuestra amiga Auka, la hechicera de la montaña.

Temo también que pueda un relámpago arrebatarle la luz a sus ojos,
y que el brillo de su mirada no vulva a iluminar mi cara.

Que una ráfaga de río azul descomponga su brújula,
y haga que su vida vaya en dirección contraria a mi alma.

Por eso, apago las luces y abro las ventanas,
quemo la última alternativa que tengo para ver de nuevo sus alas.
Y sin más percusión que los tambores de mi corazón,
inicio una danza maya alrededor del fuego,
para que mis latidos se esparzan por el cielo
y puedan sus oídos escuchar mis sentimientos.

La hechicera —que viajó al centro de la Tierra
me dijo que esta forma de comunicación nunca falla.
Y que puede usted —si de casualidad se encuentra cerca
pasar a verla.
Que le brindará descanso, durante el día, en sus propios brazos.
Y que al llegar la noche le ayudará a encontrar el viento perfecto
para aligerar sus vuelo.

Señora lechuza, tome ese viento,
vuelva pronto, en el Valle de Atriz,
junto al fuego, yo la espero.

1 comentario:

  1. Tengo dos de ellas más crias sucesivas viviendo en el huevo de un árbol en mi parque ; siempre que las miro, deseo que no se pierdan...en ningun vuelo y que regresen.Bellísimo tu poema.Muchas gracias por invitar a compartir.

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