miércoles, 8 de julio de 2015

Hija del viento


Una nube, casi nada, casi ángel,
despertó esta mañana en mi ventana.
Yo silbé para saludarla una canción,
y ella voló por toda la habitación.

Al verme sorprendido en el suelo,
me invitó también a emprender el vuelo.
No sé si en realidad me moví,
pero si sé lo que vi.

Y la nube, casi nada, casi ángel,
volaba adelante convertida ahora en ave gigante.
Me dejé guiar por el brillo de sus alas,
hasta el secreto de un valle más allá de las montañas
.
Aquí el hombre de la espada descubrió la paz,
y caminó en silencio
dejando sus fantasmas en libertad.
¡Éste era El Dorado que tanto había buscado!

Yo quisiera entregarte,
la magia de la planta que comen los jaguares.
Una piedra, una pluma, una gota,
el verso que guardé en el barro de una olla.

Las alas, ya lejanas,
se fueron convirtiendo en largas pestañas,
en respiración lenta,
en alegría serena.

Pero esta historia no termina en tus ojos,
continúa en tus sueños.
Duerme, hija del viento,
en el valle más allá de las montañas,
un colibrí te esperará atento.

Del libro Samai de Pedro Ortiz
samaivientosur@gmail.com

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